Cuenta Cuentos, Narración Oral Escénica, cuentero... con algo de títeres, clown, pantomima y malabares. Martín Corona Alarcón te llevará a conocer las más divertidas historias de los libros más divertidos.
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21/08/06

Entrevista MIlenio Diario Puebla

Publicada el domingo 13 de agosto en Milenio diario ediciòn Puebla
Israel Velazquez
Existe una nave en la que viaja un cuentacuentos de nombre Martín Corona. Él es capitán y grumete cuando hay que zarpar. Egresado de la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana, lo mismo ha trabajado como periodista cultural que como encargado de librería.
Hace alrededor de cuatro años, dice este joven de vivaz mirada, recibió una invitación para dar un taller literario con niños en la Feria del Libro de Xalapa, fue “horrible porque no sabía trabajar con niños y después de varias sesiones medio entendí y terminé la feria contando cuentos”.
La brújula apuntó hacia el norte del país: Hermosillo, Sonora, fue el siguiente puerto de un cuentacuentos que además gusta de la fotografía y de escribir sus propias historias; ahí, en un parque infantil estuvo intercambiando conocimiento y risas hasta que la Compañía Estatal de Teatro de Sonora lo contrató para participar en una obra de teatro infantil.
Su llegada a Puebla se dio hace casi cuatro años y empezó a trabajar en Profética en la librería y contando cuentos. Martín Corona asegura que le interesa contar historias más desde el punto de vista literario que desde la actuación.
Contrario a lo que pudiera pensarse, pararse ante un público infantil no es nada fácil porque “es el más honesto, si no le gusta algo, si no atrapas su atención, si no le provocas cierto extrañamiento, se paran y se van”. Se requiere, asegura, de buscar historias frescas, nuevas, con referentes.
Gran parte del trabajo de estos modernos narradores orales se adquiere con disciplina y a partir de recursos propios: “he consultado trabajos del argentino Rodolfo Castro que habla de su experiencia en la narración oral, pero lo que hago se basa en la experimentación y la exploración, porque en los niños espectadores se debe causar extrañeza” y para ello recurre a textos con realidades que se aproximan a lo que sucede en el contexto del espectador.
La distancia que media entre lo que se cuenta y lo que se escucha requiere además de otros elementos, como “los juegos de voces, las inflexiones, dejar que el espectador participe en el cuento, y estar pendiente de las cosas que ellos pueden proporcionar”.
Y sí, el oficio se nota por momentos se asoma en el rostro de Martín Corona: le cambian tono de voz y gesto frente a una taza de café; cuando habla de Orson Ratzinger, uno de los dos títeres que lo acompañan a dar función y que en “ocasiones ama a los niños, pero en otras parece rechazarlos; que tiene mal genio”.
“Este trabajo forma parte de un largo proceso que tiene satisfacciones y llega a convertirse en una forma de vida” que ahora se desarrolla principalmente en escuelas privadas, específicamente en los colegios Montessori.
Cuando trabajas con niños, cuando los observas y comprendes su lenguaje tienes una oportunidad mayor de entenderte a ti mismo, porque, como dice María Montessori, “ellos son lo más cercano al origen humano, porque no están culturizados”.
“Es como ver cachorros de tu raza y entiendes tus movimientos, tus ansiedades y en parte, muchas de las ansiedades que se tienen en la edad adulta”.
Asegura que hay bastantes cuentacuentos en el país, muchos con una preparación “admirable en cuanto al manejo vocal y del público”, pero a algunos les falta una “formación literaria que les permita hacer una buena selección de textos”.
De Xalapa, Veracruz, a Hermosillo, Sonora, y a Puebla, la participación de las instituciones en esta actividad, que puede derivar en el fomento a la lectura en un país que no se precia de tener muchos lectores, es escasa: “no sé de alguna universidad que tenga un trabajo serio para niños, y los institutos de cultura, en general, tampoco lo tienen; este es un tema complicado: no hay dinero y los narradores se sobrevalúan”.
Uno de los propósitos, asegura, debe ser “quitarle la idea de aburrimiento al libro, hacer que niños y jóvenes vean que los libros pueden ser muy divertidos y no necesariamente una obligación escolar; que sean conscientes de que en el mar de libros aburridos que se van a encontrar en la vida hay algunos que son divertidos; que cuentan historias, que pueden ayudar a reir o a sanar heridas".
La búsqueda incesante de Martín Corona por satisfacer a su público lo ha llevado a recurrir a los títeres y a usar otros recursos para niños, “siempre cuidando que el tema por excelencia sea la literatura, siempre generando extrañamiento”.
Esta actividad que comienza como oficio y se convierte en una forma de vida, “te da la posibilidad de tocar a la gente con la mirada, explorar sus sentimientos; además de una gran movilidad porque en cualquier ciudad hay una plaza y un niño dispuesto a escuchar, a asombrarse”.
En escuelas privadas hay un interés creciente por lo que un cuentacuentos puede aportar a los niños a partir de la lectura; en ellas, asegura, “somos el transgresor que hace reír en espacios que tradicionalmente no son para reír o gritar”.
Capitán, grumete... marinero al fin, Martín Corona se levanta de la mesa, extiende la mano y se despide: a él y a Orson Ratzinger les espera una función.

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