Cuenta Cuentos, Narración Oral Escénica, cuentero... con algo de títeres, clown, pantomima y malabares. Martín Corona Alarcón te llevará a conocer las más divertidas historias de los libros más divertidos.
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21/02/11

Cocina e Identidad


Para Amancay Gaspar

Martín Corona Alarcón

Si nuestro cuerpo se nutre de alimentos, nuestra alma lo hace con cuentos. Y entre mejores alimentos nuestra salud es mejor; así entre más diversos, variados, divertidos y amables cuentos, más posibilidades para enfrentar el mundo.
Recuerdo aún a mi bisabuela, un amoroso montón de arrugas, moviéndose lentamente hacia la cocina alrededor del medio día. Comenzaba por cortar con su cuchillito de hoja, luego ponía a asar los jitomates, los chiles. Preparaba entonces el molcajete y mientras iba haciendo me contaba.
Ella fascinaba a su bisnieto con la historia de su padre, enfermo desde que ella era muy pequeña en un rancho. La historia de cuando llegó a la ciudad con su hija en una mano y una bolsa con ropa en la otra, mientras las radios tocaban el bolero “Amor perdido” en voz de María Luisa Landín. La historia de aquel tío que se hizo rico y terminó en la cárcel. La historia de cuando nací y mi padre se puso un zapato de uno y otro de otro. La historia de cómo aprendió ella tantos guisos, de cuando guisaba en su casa para todos sus hermanos, de cuando aprendió en la ciudad cocina de lejos, de muy lejos. Historias de antes, que en su voz cansada y enferma me traía a cuenta mundos completos que yo casi podía sentir, porque los olores estaban ahí mismo.
Y una y otra vez, pedía que me contara las mismas historias.
Así sé quién soy, sé que mis bisabuelos fueron campesinos, hijos o nietos de señores venidos de España. Sé que hace menos de cien años llegaron a la ciudad, me contaron tantas historias que me siento orgulloso de ser parte de ella.
Mi bisabuela murió cuando yo era un adolescente, era natural y fue hermoso. Con su sabiduría iba intercalando en los relatos cosas que me hacen ser el que soy ahora, me enseñó tanto, aprendí a cocinar, a escuchar, a amar las historias y los cuentos.
Ahora, muchos años después, me dedico a contar historias por donde me inviten, cuento los cuentos que leo, que me fascinan, aquellos que dicen cosas bellísimas y me tocan. Entonces puedo tocar a los demás con esas palabras.
Una de las cosas que más preocupa a maestros y padres, quizá la pregunta más frecuente es ¿qué hago para que mi hijo(a) se acerque a la lectura? Pues cuéntele señor, cuéntele señora. Como dice el grupo Bandula en su canción:“apague la tele y luego, propóngales un buen juego”.
Apague un rato la tele y cuéntele al niño y a la niña, cuéntele de cuando nació, de cuando se enamoró de su pareja, cuéntele de cuando jugaba de niño, no le deje esa hermosa tarea de formar su identidad tan sólo a la televisión.
Claro que si además le puede enseñar a cocinar, segurito que le estará compartiendo recetas milenarias, formas de comer que datan de miles de años atrás, le estará heredando una identidad no sólo ideológica, no sólo formal, sino a través de todos sus sentidos.
No sé si comparten o no conmigo esta observación, pero a menudo me enfrento con la llamada “estimulación temprana”, que sólo es poner a los niños a hacer lo mismo que antes hacían solos. Estar entre las semillas, sentir e identificar texturas, aromas, colores…
A menudo descubrimos que lo más nuevo es volver al origen, así que mi respuesta es simple, es tiempo de volver a contar, de alimentar nuestros corazones con olores, sabores, historias mezcladas, de volver a escucharnos, a mirarnos a los ojos para seguir creciendo.

1 comentario:

Caterina Camastra dijo...

Si sabes cocinar, ¿por qué nunca me has invitado a comer?

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